Le perdí porque no aprendí a leerlo entrelineas,
O porque no quise creer que
existía alguna persona en el mundo capaz de quererme.
Le volví a ver. Volví a ver su
reflejo en otra persona. Pude sentir su
piel, su risa apagada en mi oído en otra cara, otra frontera muy distinta a la
suya y aún así, dentro de mí sentí que era él. Le disparé una flecha, cargada de
sentimientos contradictorios, de un ´te quiero ‘a susurro para que el miedo no
asaltase su mirada y no se aparto, me
observó detenidamente como esperando a que yo le disparase otra flecha. Pude ver su desastre a través de sus ojos.
Volví a pedir perdón a mi
reflejo en el espejo donde escribíamos nuestros versos; no sé si me ha
perdonado. Se quedo callada, observándome, atenta a cualquier gesto que hacía
con mis dedos. Decidí rozarla, acariciar los labios agrietados, que me
presentaba, en un intento de borrar su mirada triste.
Me sentí un poco menos rota.
Todas las balas las había desperdiciado contra el espejo. Ya no tenía por qué
seguir fingiendo que creía en el amor ni tenía por qué decir el por qué no pero
a la vez que la soledad me dejaba sola, un sentimiento de vacío inundó mi
corazón. Le perdí la gracia a eso de huir de aquellos sentimientos que no
quería sentir, así que le abrí la puerta y le invité a un café; no tenía nada
que perder, ya no.
Le volví a ver. Estaba besando
despacio el costado de una mujer, mucho más guapa que yo, con una bonita melena
rubia y unos ojos marrones chocolate pero sé que ella nunca sería su musa
cuando vi como le acariciaba el vientre. En ese momento, mi reflejo me atrapo,
me abrazo tan fuerte que no fui capaz de rechazarla.
Vi mi imagen bañada en sangre.
Tenía los ojos cerrados y la sonrisa torcida, solía sonreír así cuando quería infundirme
ánimos. Supe y no sé cómo que mi vida estaba acabada. Esa imagen era el reflejo
del reflejo de que mi vida, ya no tenía un camino a seguir.
Volví a besar a mi reflejo.
Pase mis dedos por las cicatrices que rodeaban el pecho izquierdo y respiré
hondo. Recordé la última vez que él me dijo un te quiero sincero y me rompí un
poco. Después, apreté la soga y le di
una patada al miedo que aún me sostenía en el aire, observé como mi reflejo se
balanceaba en la sala y volví a romperme cuando en una esquina de ella, unas
lágrimas bailaban en el aire hasta chocarse contra el suelo.
Era él. Me quería pero nunca lo
supe leer en su mirada ni quise creerle cuando me lo decía entre gemido y
verso.
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